Giuseppe Gatti Riccardi

EL OXÍMORON DEL TRANSTERRADO EN “TRÁNSITO PERMANENTE”: MIGRACIÓN Y PURGATORIO EN LA CUENTÍSTICA DE SILVIA LARRAÑAGA

ABSTRACT. El texto literario que se examina en el presente estudio forma parte de esa clase de productos ficcionales que surgen del amplio universo de la escritura del exilio, como parte de esas prácticas de escritura extraterritorial que constituye una modalidad emblemática de la actividad literaria latinoamericana posterior a la década del ochenta del siglo pasado. Objeto de análisis es el cuento de Silvia Larrañaga “Residencias transitorias”, relato perteneciente a la recopilación que la narradora uruguaya, afincada en París desde los años de la dictadura militar en su país, ha publicado en 2006 bajo el título de Manías migratorias. En el texto, la autora demuestra cómo –si el regreso a la patria de origen ya no puede ser real o ha dejado de ser una meta– el retorno simbólico al espacio-raíz se manifiesta a través de una “ficcionalización compensatoria”, es decir mediante una reconstrucción ficcional que convierte la rememoración a la distancia en un rastreo denso de recuerdos en parte autobiográficos (o vinculados con el topos de referencia). La estrategia de relatar los acontecimientos desde una perspectiva parcial y limitada (a través del filtro de la lectura de diarios y periódicos parisinos) permite consolidar una atmósfera de incertidumbre angustiosa acerca de la suerte de unos aspirantes migrantes en el lejano aeropuerto de Montevideo: en una primera fase, el relato va deshilvanando una serie de episodios de encierro y privación de la libertad de las “almas migratorias” que permiten interpretar la narración como un acto de denuncia de las dinámicas de progresivo endurecimiento de las políticas migratorias de los países occidentales. La descripción de piezas sigiladas, dotadas de una puerta blindada como las de los frigoríficos, los interrogatorios y el temporáneo retiro de los pasaportes, se conecta en su conjunto con el segundo eje temático presente en el texto: la autora no solo denuncia las restricciones que el sistema (internacional y francés) impone a la inmigración, sino que –mediante la narración– critica una violencia social que se impone mediante una visión maniquea de “buenos” y “malos”. Anterior a la xenofobia del país de acogida, el relato paródico de Larrañaga insiste en un tipo de violencia social que promete a los venideros emigrantes –como en un círculo vicioso de secuestros forzosos– nuevos encierros y nuevas jaulas.

Continua a leggere l’articolo